La poesía atraviesa la vida y los caminos. Hay quien la siente recorrer los días como dolor de pájaro, como pasión de hembra. Alas y deseo.
Hay quien logra rozar su vuelo y su tibieza.
¿Acaso se puede hablar de elegidos o tan sólo buscadores?
La poesía es refugio en la soledad, túnel de emergencia, camino de aire.
La palabra escrita, la prosa poética, el cuento, la semilla. ¿Qué podré dejarles a mis hijos más que lo escrito? Aquello que el hombre y el tiempo jamás podrán borrar.
Así, con esa mirada de padre y amigo, leo estas páginas que luego volarán de mano en mano, de sueño en sueño, de casa en casa.
Porque su autor ha esperado el tiempo necesario, que no determinó él sino Dios, para que sus poemas y cuentos se conviertan en libro.
Y así llegará a vos. Recibilo con ternura, estoy seguro de que alguna línea encontrará, en ese rincón del pecho donde nos sentimos más humanos, un lugarcito donde acurrucar su aleteo de pájaro. Su caricia desesperada.
Errantes vagabundos de un mundo en llamas, solitarios quijotes luchando contra molinos de viento, amantes desguarnecidos, alegres, taciturnos; el poeta sucede cuanto todo duele.
Y hay esperanza en la palabra que queda.
Un sol hecho de barro y tiempo germina en el vaivén de lo que sigue, no te detengas y recorre hasta el final este libro, de la mano del querido amigo Eduardo Moretti, que nos regala con su osadía, el ímpetu de su huella.
por Victor Koprivsek